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En esta entrega de Ellas Lideran, viajamos desde un rancho en Nayarit hasta los más altos niveles de liderazgo en la industria automotriz. Magdalena López es una mujer que ha hecho de la autosuficiencia, la valentía y la autenticidad sus motores personales y profesionales. A lo largo de su historia, no solo ha demostrado una visión estratégica impecable, sino también una sensibilidad humana que redefine lo que significa liderar. Su camino no ha sido lineal, pero sí profundamente consciente. Como ella misma dice: “No vinimos a este mundo solo a respirar, hay que dejar un legado.”
Magdalena es la séptima de nueve hermanos y creció “como la hierba: libre, resiliente y lista para volar”. Hija de un padre defensor de las mujeres y una madre decidida a tener hijas fuertes y libres; aprendió desde muy joven que no hay límites cuando se trata de aprender, crecer y trabajar con dignidad. A los 12 años, ya llevaba la facturación del rancho familiar y con ello, su primer salario. “Mi papá siempre fue claro: lo que más gusto me daría es que ustedes fueran autosuficientes. Nada me dolería más que alguien las tuviera sometidas por necesidad económica.”
Ese espíritu sembró la semilla de la independencia que marcaría su carrera. A los 17 años se mudó a la Ciudad de México para estudiar Administración de Empresas en la Universidad Iberoamericana. Más tarde, entró a una compañía global de consumo masivo, donde se enamoró de las finanzas. “Desde entonces, no volví a pedirle dinero a nadie. Me volví completamente autosuficiente.”
Inició su carrera en diferentes áreas de finanzas y a la par descubrió diversos estilos de liderazgo, aquellos que la desarrollaron y también los que no quería replicar. “Tuve jefes que no te potenciaban, sino que te humillaban para ver hasta dónde aguantabas.” En 1999 recibió una propuesta para irse de México pero decide quedarse para concluir la maestría en Finanzas que estaba cursando; se unió a una compañía europea con operaciones en México, donde se consolidó en planeación financiera. “Ahí me dejaron hacer, crear y liderar a corta edad. Aprendí que cuando confían en ti, floreces.”
Sin embargo, también vivió el costo de un liderazgo tóxico. Como ella dice con claridad: “Las personas no se van de las empresas, huyen de los jefes.” Renunció y buscó una cultura que la valorara. Esa elección marcó un antes y un después: Magdalena no solo buscaba crecer, sino crecer con sentido y dignidad.
En 2002, Magdalena asumió una posición estratégica en contraloría, planeación y tesorería en una empresa multinacional. El reto era mayor, el equipo más robusto, y reportaría a una CFO mujer. “Fue una líder espectacular. Me enseñó a delegar, a gestionar, a confiar. Fue una mentora.” A lo largo de su camino, las figuras femeninas han sido clave para construir redes de apoyo y referentes de inspiración, algo que hoy ella también replica para otras mujeres.
En 2004, la vida le tenía otra lección. Durante su primer embarazo, enfrentó una pre eclampsia severa que la llevó a terapia intensiva y a un parto prematuro en la semana 27. “Mi hija nació de un kilo. Estuve en terapia intensiva dos semanas, tuve mucho tiempo para pensar y darme cuenta que lo había hecho todo perfectamente mal.” “Ese día también volví a nacer. Me prometí que, de ahí en adelante, todo en mi vida tenía que valer la pena.”
Enfrentar la vulnerabilidad le dio fortaleza. Magdalena decidió que ya no pondría su carrera por encima de su bienestar personal ni de su familia. En ese equilibrio encontró su verdadero poder.
Tras ocho meses dedicados a su hija, Magdalena volvió al mundo laboral con muchas dudas. “Pensaba que por ser mamá y no tener la disponibilidad de antes, merecía menos.” Sin embargo, en su nuevo trabajo recibió una oferta muy atractiva. “Descubrí que la que se estaba valorando poco era yo.” A partir de entonces, algo cambió: “Encontré mi voz. Aprendí a decir no, a poner límites, a hablar aunque no todos estuvieran de acuerdo.”
Ese nuevo impulso la llevó a mudarse a Querétaro a una compañía de alimentos infantiles, en donde lideró un plan de sucesión financiera, “viví una etapa muy bonita y plena tanto a nivel profesional como personal”. Al cabo de un tiempo llegó una adquisición corporativa, ella fue de las pocas líderes que permanecieron. Lideró la integración de sistemas y equipos, gestionó transiciones complejas y se mantuvo firme en sus principios. “Pese a que fue una experiencia de gran aprendizaje, la cultura no coincidía con mi estilo y mis valores. Así que me fui.”
En 2010, embarazada de su segunda hija, fue elegida como CFO en una empresa automotriz. “Pensé que me sacarían del proceso por estar en embarazo, pero me ofrecieron el puesto. Fue una muestra de equidad real. Me eligieron por mi experiencia, no por mi condición.” Lideró durante cuatro años una reingeniería profunda y transformó el área financiera en un pilar estratégico. “El área que nadie quería —finanzas— terminó siendo un referente. Después, me robaban a la gente”, recuerda entre risas.
Luego fue nombrada directora general interina. “Me dio miedo. Pensé que podía fallar. Pero me reorganicé y solté los miedos”. Al concluir el periodo, pidió irse al área comercial. “Ya no quería solo finanzas. Necesitaba ver el negocio completo”. Sin embargo, antes de ese paso, la compañía le pidió algo más: hacerse cargo de la operación financiera en Colombia.
Entre 2015 y 2017, Magdalena y su familia se mudaron a Medellín, donde asumió la dirección financiera de Colombia. El reto era enorme: rentabilizar la operación, reorganizar procesos y darle sostenibilidad al modelo de negocio, todo mientras criaba a dos hijas pequeñas.
Pero además, se enfrentó a un comité de dirección en el que era la única mujer. “Me di cuenta de que en Colombia, en ese momento, estábamos un paso atrás. En México me habían contratado embarazada, allá era la única voz femenina en la mesa”.
Fiel a su estilo, Magdalena no se hizo menos. “No me considero una sobreviviente, pero nunca me minimicé”. Se convirtió en punta de lanza para abrir espacios de liderazgo femenino: instauró programas de mentoría, foros internos, mesas de conversación con otras mujeres y condiciones de igualdad en procesos de reclutamiento. “Para mis vacantes, exigía listas con paridad de género. De ahí, que ganara el mejor”.
Bajo su liderazgo, la planta logró resultados récord y una nueva cultura organizacional. Fue entonces cuando recibió una llamada que cambiaría su rumbo: la dirección comercial en México.
De vuelta en México, Magdalena asumió la dirección comercial en el peor momento de la marca. La participación de mercado caía, la prensa era adversa y los distribuidores querían cerrar. “Lo primero que hice fue un ejercicio de humildad ante mi nuevo equipo. No llegaba a enseñar, sino a sumar, a remover piedras del camino”.
Dos meses después, el panorama era otro. Recuperó la credibilidad de los distribuidores y fortaleció la marca en medios. A los 18 meses, fue nombrada Directora General. Era septiembre de 2018. Por primera vez, una mujer lideraba la operación en México.
Durante seis años, Magdalena lideró una transformación profunda: reposicionó la marca, mejoró el market share y convirtió a México en una de las filiales más rentables del mundo, subiendo del lugar 25 al top 10 global. Y lo hizo siendo ella misma. “Yo no quería jugar al CEO perfecto, creo que hay mucha fuerza en la vulnerabilidad, ser parte del equipo y generar un propósito común, no vendíamos coches, cumplíamos sueños.”
En 2024, después de 6 años al frente de la marca, Magdalena decidió cerrar su ciclo. “Hay que saber cuándo una etapa está llegando a su fin, hay que tener el valor de soltar para buscar nuevos horizontes, cumplir nuevos sueños”.
Actualmente Magdalena forma parte de Consejos de Administración, está montando una empresa, sueña con seguir impulsando a otras mujeres y está en búsqueda de un nuevo reto profesional, que la inspire y le permita hacer cambios transformacionales para las personas, realidades y para México.
Magdalena no habla desde el ego, sino desde la verdad de su experiencia. “Lo primero que tienes que hacer es creértela. Si no te crees capaz, nadie lo hará por ti.” Recomienda hacerse amiga del miedo, reconocer la vulnerabilidad y rodearse de personas que te reten. “Deja brillar al otro, no tengas miedo de contratar a personas mejores que tú, ayúdalos a crecer. Busca un propósito alineado a tus sueños y valores. Disfruta intensamente lo que haces y sé libre de ser tú.”
Hoy, junto a su esposo, busca criar a sus hijas en un entorno de generosidad y acompañamiento mutuo. Porque, como bien dice: “No vinimos al mundo solo a respirar. Hay que dejar un legado.”
La historia de Magdalena López es una oda al coraje, al talento y a la integridad. Cada paso en su carrera ha estado acompañado de esfuerzo silencioso, decisiones valientes y una voz que se niega a callar ante la injusticia. Magdalena no solo escaló posiciones; transformó entornos, rompió techos de cristal, desafió estructuras tradicionales y abrió puertas a otras mujeres en industrias que aún son dominadas por hombres.
Su historia nos recuerda que no hay trayectorias perfectas, pero sí hay caminos auténticos. Que se puede ser líder sin renunciar a ser tú misma, firme sin dejar de ser cercana, poderosa sin dejar de ser humana.
Y sobre todo, que el verdadero liderazgo no se mide por el título que se tiene, sino por la huella que se deja. Magdalena López ha dejado una marca. Y ese legado —hecho de trabajo, visión y profunda humanidad— será inspiración para muchas más.
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