Ellas Lideran - Entrevista con Mariuz Calvet, Chief Sustainable Officer

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November 20256 min read
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“La cancha en donde se transforma al mundo” 

Por fin, la historia que se juega como un Grand Slam 

Llegamos al octavo artículo de Ellas Lideran, y me atrevo a decir que este texto se juega como una final de Grand Slam. Porque además de entrevistar a una de las mujeres más preparadas, experimentadas y reconocidas en sustentabilidad financiera, descubrí a una mujer que vibra con pasión, que te habla desde el alma, y que tiene una encomienda tan clara como poderosa: ayudar a cambiar el mundo desde donde está. Mariuz Calvet no solo lidera con convicción; también lo hace con alma, con una sonrisa luminosa y una mente estratégica, afilada como una raqueta bien encordada.

Mariuz es una mujer que, como en el tenis, ha aprendido a pararse firme aunque el partido esté cuesta arriba. A entrenar más que nadie. A soltar el error del punto anterior. Y a reinventarse, cada vez que la vida la ha hecho cambiar de cancha. 

Entrenamiento desde el alma 

Desde los ocho años, el tenis marcó su vida. Mariuz no solo entrenaba: competía. Representaba a México en torneos nacionales y giras internacionales. Vivía entre clínicas, derrotas, victorias y maletas para viajar. El tenis le enseñó a levantarse con disciplina, a seguir jugando aunque doliera, y a aceptar que perder muchas veces no te quita el talento, sino que te moldea el carácter. Esa cancha la formó antes que cualquier oficina.

Esa misma niña apasionada por los derechos humanos, que recortaba fotos de niños víctimas de guerra y soñaba con cambiar el mundo, decidió estudiar Derecho. Pero también Relaciones Internacionales. Dos carreras al mismo tiempo, una becada por su talento deportivo. “Hoy les digo a mis hijos que no lo hagan, que no es necesario estudiar dos carreras a la vez… pero entonces, yo sentía que debía devolverle algo a mis papás, y esa beca era mi forma de agradecerles”, cuenta. 

La culpa, el sacrificio y el punto de quiebre 

Su primer gran cargo llegó como directora de carrera en el Tecnológico de Monterrey, con apenas 28 años. Su hija Inés acababa de nacer. La dejaba en la guardería del Tec, dos pisos abajo de su oficina. Se sentía dividida. Culpable. “Yo decía: ¿cómo puede ser que la despierte tan temprano, mientras otros niños siguen dormidos, calientitos…?”, recuerda. Aun así, siguió adelante. Con culpa, pero también con propósito.

Más adelante, la vida la llevó a Houston. Allá nacieron sus otros dos hijos. Y con la visa que no le permitía trabajar, se dedicó al voluntariado y a causas sociales. Pero algo dentro de ella se apagó. “No me sentía productiva. No me sentía yo”. La frustración se convirtió en vacío. El vacío en crisis. “No estar completa profesionalmente me costó mi matrimonio. No supe manejarlo. No tenía plenitud para compartir. Hoy sé que el divorcio no fue por él, fue porque yo no estaba bien conmigo”.

Lo cuenta sin drama, con honestidad brutal. “Volvería a tener hijos con él en otra vida. Es un gran papá. Pero la verdad es que no estaba completa. Y eso se nota.”

Reinventarse. O cambiar de raqueta. 

Después del divorcio, y ya con años de experiencia en informes de responsabilidad social, abrió su consultoría. Eran tiempos en que muy pocos sabían de sustentabilidad corporativa, y ella era experta. Las Big Four la subcontrataban. Tenía conocimientos técnicos, estructura, método… y pasión. Mucha pasión. “Asociarme con la persona adecuada hizo toda la diferencia. Nos arrastrábamos el lápiz hasta las 2 a. m., pero nos salían las cosas”.

Hasta que un banco —el primero de varios— la invitó a desarrollar el área desde cero. “Yo odiaba los bancos. Mi ex trabajaba en uno, y yo pensaba que nunca trabajaría en un lugar así.” Pero aceptó. Y desde ahí, empezó a cambiarlo todo.

No solo transformó la estrategia de sustentabilidad del banco, también se convirtió en referente para inversionistas, ejecutivos y calificadoras globales. Pero el techo no tardó en llegar. 

La cancha con reglas invisibles 

“Estábamos entre las mejores calificaciones de ESG de México, teníamos resultados. Pero no me subieron al C-Suite”, dice. El área aún era “demasiado nueva” para tener peso. Y, aunque nadie lo decía en voz alta, también era mujer. Un board sin diversidad no estaba listo para subirla.

Ese partido lo perdió, pero solo para cambiar de cancha. Llegó una oferta para liderar sustentabilidad y finanzas sostenibles en Latinoamérica desde la trinchera bancaria de una de las instituciones más grandes del mundo. Aceptó. Y esa cancha le exigió todo: aprender lo que nunca había aprendido, enfrentar retos diarios, salir definitivamente de su zona de confort. Fue una etapa de formación intensa, de esfuerzo y entrega inagotables. “Mis hijos me decían: mamá, ¿qué nivel sigue?”. Viajaba, negociaba, financiaba bonos verdes, hablaba con inversionistas… Era banquera. Banquera de verdad. Y creció como nunca.

De esa etapa, Mariuz no guarda más que gratitud. Fue feliz. Y será siempre una de sus grandes escuelas. 

Hoy: en el centro de la transformación 

Hoy, desde otro banco —uno que le ha dado las herramientas y la confianza para crear, construir y liderar— Mariuz sigue jugando el partido con estrategia, disciplina y pasión. Y no juega sola: ha tejido una red global de ESG, lidera un equipo de más de 70 personas y participa en consejos e iniciativas que buscan transformar realidades con enfoque humano, financiero y ambiental. Aquí, creó la posición de Chief Sustainability Officer desde cero. Está en los comités ejecutivos. Presenta ante el board. Impulsa hipotecas verdes, mide la diversidad real en todos los niveles, diseña políticas, implementa estrategias y representa al banco a nivel internacional. También preside la Comisión ASG de la Asociación de Bancos de México. Y, desde el corazón, cambia el rumbo de una industria que históricamente había sido sorda a estos temas.

“Hoy estoy cambiando al mundo desde un banco. Nunca lo imaginé. Siempre critiqué esa industria… y ahora aquí estoy, entaconada, en el corazón de ella.” 

El juego, el set… y el partido 

A lo largo de esta conversación, Mariuz habló de todo: errores y aciertos, miedos y aprendizajes, pasión y propósito. De las mentorías que la impulsaron… y de cómo hoy ella impulsa a otras. De la importancia de comunicar con claridad, leer la jugada, tener mano izquierda, y nunca tomarse las cosas de forma personal. “Tienes que ganarte tu lugar todos los días”, dice. Como en el tenis. Punto por punto.

Más allá de su impacto profesional, Mariuz es madre de tres. Una madre que aprendió a no disculparse por su ambición, a soltar la culpa y a abrazar su historia con orgullo. Porque sí, se ha equivocado. Pero también ha crecido. Y en la cancha de la vida, eso es lo que construye a una verdadera campeona.

Su trayectoria nos recuerda que el liderazgo no se mide por el cargo, sino por el impacto. Que cambiar de cancha no implica perder el enfoque. Que los errores —como en el tenis— no te definen, te entrenan. Y que cuando se juega con estrategia, entrega y convicción… no solo se ganan títulos: se transforma el juego.

Mariuz lo tiene claro: “Tienes que buscar algo que te guste y te apasione. No siempre será lo que imaginaste, pero si eres flexible y te permites reinventarte, descubrirás posibilidades extraordinarias”.

Ella misma, que alguna vez cuestionó el mundo financiero, hoy lo transforma desde adentro. “Nunca quise trabajar en un banco… y aquí estoy, entaconada y feliz”.  

Su mensaje también es contundente: el liderazgo se construye todos los días. No por el puesto. No por el sueldo. Sino por la consistencia, por hacer bien las cosas, por generar confianza, por dar el 100% en cada jugada.

Y si algo distingue su causa, es el compromiso con otras mujeres. “Es alentador encontrarte mujeres que conscientemente apoyan a otras mujeres, y cuando lo hacen, encuentran una reciprocidad enorme. Todo se te regresa. Absolutamente todo”.

Con tres hijos, una carrera internacional y una misión que la trasciende, Mariuz no se guarda nada: mentorea, comparte, acompaña… y sobre todo, inspira.

“Quiero ser ejemplo, sí. Pero sobre todo quiero ser impulso. Quiero que mis hijas —y muchas más— vean que sí se puede. Que no estamos solas en esta cancha”.

Hoy… Mariuz sigue jugando tenis. Y como siempre, lo juega para ganar. 

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