Ellas Lideran - Entrevista con Margarita Hugues, Directora Corporativa y Consejera Independiente

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November 20258 min read
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“El Juicio de una Mujer Decidida ” 

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Romper moldes: una vida entre leyes, mesas de negociación y decisiones valientes 

Hay mujeres que no esperan a que el sistema les abra la puerta. Margarita Hugues Vélez rompió la suya. Desde joven supo que su camino sería distinto. Sí, jugó tenis desde los seis años, participó en torneos a nivel nacional quedando ranqueada entre las mejores de su categoría y desarrolló una disciplina a prueba de todo. Pero lo que realmente la forjó fue su instinto jurídico, su dedicación sin disfraces y su capacidad para sostener la mirada —y la palabra— en cualquier mesa de negociación.

Hoy, su nombre es sinónimo de estrategia, liderazgo y toma de decisiones en momentos críticos. Pero detrás de esa imagen se encuentra una historia que, como todo buen expediente legal, se construyó con evidencia, determinación… y muchas objeciones al statu quo.

De la raqueta al Código Civil 

Margarita estudió Derecho en la Universidad Panamericana mientras entrenaba tenis de alto rendimiento y formaba parte del equipo de tenis de la Universidad, obteniendo con ello una beca para pagar su carrera. Algunas veces llegaba a clases con el uniforme deportivo puesto. Por las tardes, trabajaba en una notaría. Por las noches y fines de semana, entrenaba. Así redactaba su propio contrato de vida: una cláusula de disciplina, otra de dedicación y una que jamás ha negociado: la ética y valores en lo personal y profesional.

A los 23 años, después de 5 años de trabajar como pasante y recién recibida de la carrera, pero sin hablar inglés, por haber estudiado en una escula en la que el segundo idioma era el francés, pidió una entrevista en uno de los despachos más reconocidos del país. “Les dije que quería trabajar y aprender, aunque no hablara inglés, que estaba segura que eso con el tiempo lo iba a aprender. Me tomaron la palabra, me contrataron y empecé a tomar clases particulares todos los días a la hora de la comida. Me daba pena hablar, pero eso no me detenía.”

En ese momento, Margarita ya rompía por primera vez una gran regla no escrita: fue la primera mujer abogada contratada en ese despacho. Sin darse cuenta, su propia carrera jurídica ya se convertía en jurisprudencia viva.

Washington, sin Google Maps, sin internet. 

Después de unos años, se abrió la oportunidad de irse a Washington a colaborar con un despacho aliado. Su visa de trabajo tardó en salir, no conocía la ciudad y no hablaba inglés con fluidez. Pero Margarita tenía determinación. “Hoy lo cuento como una anécdota, pero en su momento me moría de miedo. No había internet, Waze, ni Uber, ni Google Maps. Tenía que imprimir instrucciones, tomar el metro, caminar cuadras sin saber si iba bien, no podía empezar a trabajar hasta que saliera mi visa de trabajo y los ahorros que tenía ya me los había gastado en instalarme en Washington. Aprendí mucho.”

Ese viaje fue más que una reubicación. Fue una declaración de principios: Margarita no tenía miedo a lo desconocido ni a los sistemas jurídicos ajenos. En ese contexto tan adverso, redactó documentos legales en inglés, representó al despacho con altura y aprendió a navegar no solo otro sistema legal, sino también un mundo distinto al que conocía, en el que las oportunidades para las mujeres eran muy distintas a las de ahora. Era mujer, joven, extranjera y sin red de apoyo. Y, sin embargo, nunca perdió la confianza en su propia determinación y en aprovechar al máximo esa oportunidad. 

De regreso a México: renunciar justo antes del ascenso 

Regresó a México tras dos años en Estados Unidos y, después de 12 años de experiencia jurídica impecable, estaba en la carrera para poder convertirse en la primera socia mujer del despacho en el que trabajaba. Pero antes de que eso ocurriera, tomó una decisión que sería un parteaguas: dejar el camino seguro, tradicional, para entrar como directora jurídica a una de las empresas más icónicas de la industria cervecera mexicana.

Lo hizo movida por la intuición —su mejor juicio interno— y por una convicción personal: su carrera no iba a depender de un título, sino de su impacto. Un nuevo reto personal. 

El inicio del juicio 

Tenía 31 años y pronto se convirtió en vicepresidenta jurídica nacional e internacional del grupo cervecero. En un sector tradicionalmente masculino, Margarita no solo ocupó un lugar: lo ganó a pulso. Ella fue la primera mujer en ocupar la Secretaría del Consejo de Administración del grupo cervecero y, más aún, fue nombrada presidenta de la Cámara Cervecera de México.

Margarita no pedía permiso para hablar. “Si había que opinar, opinaba. Nunca me quedé callada. Sabía lo que tenía que decir.” Su rol no era solo legal. Era estratégico. Participaba en negociaciones de fusiones, estructuraba operaciones críticas, representaba a la empresa ante autoridades. Y todo eso mientras criaba a dos hijos pequeños.

A los 35 años, ya aparecía en revistas como una de las mujeres más poderosas del país y fue invitada como consejera en empresas clave no relacionadas con la cervecería. Pero, más allá del reconocimiento, su valor estaba en la forma en que ejercía su liderazgo: con claridad jurídica, sensibilidad estratégica, firmeza y convicción moral.

“Parte de lo que me hizo llegar tan alto fue saber elegir a mi equipo de apoyo, quién en todo momento entendió que la base del equipo legal era la ética y los valores. La ética de una mujer y un equipo hace la diferencia. Es muy difícil que encuentres a una mujer dispuesta a permitir  temas de corrupción.”

Como si fuera un tribunal moral, Margarita actuaba siempre bajo su propio código. Uno que no se compra ni se alquila. 

De la junta de consejo el jueves a  la cesárea del viernes en día festivo, al comité de dirección presencial del lunes. 

Sí, Margarita se casó, tuvo dos hijos y una pareja que la ha apoyado siempre mucho en su carrera profesional. Pero no frenó. Literalmente regresó al trabajo 3 días después de una cesárea. “No lo recomiendo, ni mucho menos lo digo con orgullo, pero en ese momento sentía que, si me bajaba del barco, iba a ser la excusa perfecta para que dijeran que como era mujer y tuve un hijo, ya no iba a dar los mismos resultados. No existían las cuotas de género, no existía el trabajo remoto, ni las mentorías, había que estar presente. Nadie me lo exigía abiertamente, pero la cultura sí. Y yo había trabajado tanto por ese asiento que no quería perderlo.”

La maternidad fue una enmienda en su contrato profesional. No lo cambió: lo complementó. Con ese mismo nivel de determinación, buscó impulsar espacios de lactancia, apoyó a las mujeres de su equipo en su étapa de maternidad, propuso redes de apoyo y defendió el equilibrio entre la vida personal y la profesional, incluso cuando le decían que eso “no era prioridad”. No siempre lograba que le dijeran que sí, pero nunca dejó de intentarlo. 

El precio de llegar a la cima 

Con los años, su rol estratégico en negociaciones complejas, fusiones y toma de decisiones la expuso a situaciones delicadas y complejas. Tanto ella como su familia se sintieron en riesgo. Fue entonces que decidió en el momento mas alto de su etapa profesional, con una oferta para permanecer en el grupo cervecero mas grande del mundo después de una venta en la que jugó un papel activo y estratégico, bajarse del barco antes de que lo hicieran por ella. No por debilidad, sino por convicción y amor propio. Por saberse valiosa incluso fuera del sistema y decidió darse una pausa.

“Hoy lo veo claro: si hubiera tenido la madurez que tengo hoy, si hubiera tenido un mentor institucional, un coach en ese momento, quizá habría tomado otra decisión. Pero todo lo aprendido, aprendido está.”

Y, como en los mejores litigios, la retirada también fue un acto de justicia personal. 

Reinventarse sin dejar de ser 

Tomó una pausa. Dolorosa, sí. Pero formativa. Luego volvió. Como consultora. Como mentora. Como directora corporativa. Como consejera independiente.

El rol cambió, pero la esencia siguió intacta: pensamiento estratégico, brújula ética y moral, firmeza, convicción jurídica. “Una mujer con valores y principios es difícil de corromper. Y eso las empresas lo necesitan”, me dijo con una claridad que no necesita nota al pie.

Hoy, Margarita sigue liderando, pero desde otro lugar. Más humano. Más completo. Más estratégico y determinante. Con la cabeza legal y la intuición afilada de quien ya ha defendido todas sus versiones en su propio tribunal interno.

Veredicto final 

Escucharla es asistir a una audiencia privada de sabiduría, temple y coraje. Margarita rompió moldes: fue la primera mujer contratada como abogada en su firma, de las primeras en la mesa del consejo de una multinacional, la primera en liderar la cámara cervecera y de las únicas en su entorno en decir “hasta aquí” cuando todos esperaban que siguiera.

Admiré en ella su memoria quirúrgica, su lucidez, su forma de hablar con precisión legal pero con emoción sincera. Admiré que no romantiza el sacrificio, pero tampoco lo esconde. Que no negocia su voz. Que entiende que el liderazgo, bien ejercido, puede transformar realidades.

A quienes hoy comienzan su carrera en el mundo del derecho, en el mundo profesional, Margarita deja una máxima: el éxito no depende solo de cuánto sabes, sino de cómo decides. De elegir con conciencia, de sostener principios, de pedir asesoría, de nunca perder de vista tu brújula interna. De no esperar jurisprudencia ajena, sino construir la propia.

Gracias a mujeres como Margarita, sabemos que el sistema puede cambiar. Que hay otras formas de ejercer poder. Y que cuando una mujer se atreve a alzar la voz, el juicio no solo comienza… también se gana.

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